El otro día, a raíz de una disertación sobre el inicio de la vida humana, afirmaban que quienes tenemos la convicción de que hay vida humana desde el primer instante de la concepción, sólo podemos pensarlo así, si nuestro punto de vista parte de una perspectiva religiosa. Me hizo pensar. He pensado concienzudamente sobre qué hay detrás de los puntos de referencia vitales en mi vida.
Mi perspectiva transcendente de la vida humana no parte necesariamente de ese punto. Pienso que la religiosidad no es el origen de mi concepción transcendente del hombre, y puede parecer una contradicción. En ese creer certeramente que por encima de nuestro físico cambiante _que va desde la forma de cigoto hasta ese rostro lleno de arrugas_ somos algo que va más allá, aunque no sepa definir certeramente hacia qué exacto escenario, está el día a día. Lo que he vivido. Las religiones, efectivamente, son una respuestas a ese misterio _algunos dirían que es la invención que el hombre crea para eliminar su miedo_, pero no es mi intención hablar de respuestas, sino sobre del origen de mi percepción trasncendente del hombre.
El hombre, sea consciente o no de su naturaleza, es un misterio, transciende a su circunstancia. Lo afirmo aunque mi razón no pueda explicar por qué lo siente tan real. Mi percepción parte esencialmente de mi experiencia al lado de ser humano en situaciones de impacto, en momentos en los que lo que somos no tiene otra forma más que la del misterio. Sólo el ser humano es así ante su dolor, su angustia, su impotencia.Y lo supera, lo transforma, lo eleva a una categoría no racional, independientemente de la religión que procese, o del ateísmo que asume.
La transcendencia del ser humano que aparece en mi vida de forma tan real parte de mi experiencia al lado del sufrimiento, de la muerte, de la mirada del ser humano en condiciones duras. Si tuviera que poner origen a esa perpestiva estaría específicamente en una razón de justicia, o de solidaridad, no en una visión religiosa.
No puede ser lo mismo una cosa que la otra, no puede ser lo mismo el sufrimiento al que algunos seres humanos se enfrentan con la vida cómoda en la que nacemos otros. E incluso dentro del mismo ser humano, no puede valer lo mismo la circunstancia lúdica del tiempo con la del sufrimiento que en algún momento dado nos habremos de enfrentar. No puede ser, no me cabe en la cabeza, que las miserias por las que navega la mayor parte de los seres humanos se quede así, sin más, silenciada para toda la eternidad. El sufrimiento humano, de tan inabordable que es, es en sí mismo una cuestión que en todo ser humano busca respuesta. Para mí, la verdad de la transcendencia que todo ser humano alberga viene de esa razón de justicia que es el que nada quede silenciado, sin respuesta, y sin sentido. El dolor es un vacío, un abismo que no puede ser absurdo. Todo ser humano transciende, independientemente de sus circunstancias. El ser humano va mucho más allá de lo que su biología delimita, y transciende desde el origen hasta llegar a su verdadero lugar.
Soy consciente, sí, de que el alma tiene intuiciones, razones y convicciones, que no siempre pueden ser explicadas. Hay cosas que la razón no explica, no hay palabras, ni significado, pero no por ello dejan de existir. La vida quizá sea demasiado inteligente, mucho más, que nuestra propia inteligencia. Por eso no podemos embotellarla, y mucho menos, ignorarla. La transcendencia para mí sería algo así como una razón de justicia: el dolor que no puede ser olvido. Ningún sufrimiento nos ha de ser indiferente; nos trasciende, supera nuestra inmovilidad. Otra realidad son las respuesta, el modo que tenemos de entender, comprender y dar significado al misterio del hombre. Y esto no es cuestión sólo de religiosidad, conozco también ateos que sostienen en sus manos el sufrimiento del mundo, que no lo dan por olvidado; ellos tampoco se rinden.
_A veces las historias de la gente no me importan una mierda. Como el que ve un documental después de comer. Y una vocecita dice "esto debería te debería impresionar". Cada dolor es singular y único. Por las más de las sobrenaturales razones_. Miguel Gil.