Las interferencias políticas en una situación económica como la actual podrían dar lugar a una inestabilidad en grado considerable. Esta es la idea que como principal conclusión sobrevuela en los periódicos después de la reunión de Zapatero con los empresarios más relevantes del país; cuarenta horas de reunión tras las que Zapatero salía con la moral restablecida y la sonrisa a la vista.
Según Botín, la confusión que origina el debate sobre el futuro de Zapatero puede ser perjudicial, y lo necesario sería no plantear de momento ningún cambio ni ninguna decisión, que se ha de frenar el debate sucesorio, y que Zapatero ha de aguantar al final de la legislatura para seguir planteando reformas, y así acelerar decisiones. Y Zapatero también lo parecía confirmar así ante la prensa: La tarea aún es ingente y lo esencial a medio plazo es que las reformas culminen, que sean profundas y generen creación de empleo.
Las ideas que se plantearon durante la reunión fueron varias, fueron cuarenta horas con más contenido y puntos de interés que la que expresara Botín, a pesar de que su intervención tuviera cierto protagonismo, así como el gesto de su foto; un empresario que se va poniendo la chaqueta de camino a la reunión, que porta un móvil en su mano, y que camina con celeridad y parece expresar que no tiene mucho tiempo, que no está para escuchar milongas, mientras amablemente comenta: "hoy hace menos frío". Aunque las fotos de los periódicos se centraron específicamente en su imagen, a mi juicio no fue ni mucho menos la única perspectiva ni la más necesaria, aunque sí demostró ser una de las más interesadas en que el protagonista político no cambie.
Por lo leído en la prensa, además de la satisfacción de Zapatero y la perspectiva de Botín, también hubo ruido. Salieron a debate temas mucho más necesarios de discusión que la continuidad política de Zapatero. Por un lado el empuje hacia un futuro más optimista para la formación profesional; se valoró la creación de becas para jóvenes desempleados de baja cualificación. También se discutió sobre la necesidad de un marco laboral flexible, la de disminuir el absentismo laboral mediante una adecuada cultura del esfuerzo, la necesidad de horarios más flexibles, y la reflexión necesaria para avaratar el coste de la energía. Todos ellos puntos claves que si nos paramos a analizar, nos tocan directamente y personalmente a cada uno de nosotros.
Sería interminable contar cómo afectan cada uno de esos puntos, analizar por ejemplo cómo es esa búsqueda del equilibrio de nuestra vida laboral con la personal, contar cómo afecta la crisis a esos miles de parados, muchos de ellos, sin cualificación alguna, intuir cómo puede ser su futuro cuando se prevee que en diez años la oferta de empleo será en un 90% cualificada. Son muchos puntos y quizá pocas ideas para afrontarlos, porque tengo la sensación de que todas estas reuniones lo único que generan es una nebulosa de posibilidades que no tienen proyectos concretos, posibles, ni eficaces.
¿Qué se dijo de todo el ruido que hay sobre las Cajas, sobre su coste, su recapitalización, y sobre los deberes que no han cumplido? ¿Quién asumirá ese coste? ¿Qué de la crisis sobre los costes energéticos, de la necesidad de abaratar la energía; qué sobre el sector eléctrico, las energías renovables, el sector del gas y las centrales nucleares? Para el conjunto de los españoles es una realidad que no podemos seguir así, que al margen de los problemas estructurales de la economía nacional que sufrimos todos los días, se necesia un cambio que genere confianza, por mucho que la moral de Zapatero suba con estas reuniones.
No tengo duda alguna de que el presidente del Banco Santander sea un gran financiero, pero de lo que dudo rotundamente, es de que sus intereses vayan a coincidir con los míos, con los de la mayoría del pueblo español. Y lo que aún es más evidente para mí, es que los que pagamos mientras ellos invitan, se reúnen, y piensan en posibles soluciones, somos nosotros, que tenemos la moral por los suelos. No digamos ya dónde se coloca nuestra pespectiva de futuro, porque ya, ni nos paramos a imaginar. El futuro a día de hoy para mí es imprevisible. Ni idea en qué va a parar la que hoy nos está cayendo.
Sería interminable contar cómo afectan cada uno de esos puntos, analizar por ejemplo cómo es esa búsqueda del equilibrio de nuestra vida laboral con la personal, contar cómo afecta la crisis a esos miles de parados, muchos de ellos, sin cualificación alguna, intuir cómo puede ser su futuro cuando se prevee que en diez años la oferta de empleo será en un 90% cualificada. Son muchos puntos y quizá pocas ideas para afrontarlos, porque tengo la sensación de que todas estas reuniones lo único que generan es una nebulosa de posibilidades que no tienen proyectos concretos, posibles, ni eficaces.
¿Qué se dijo de todo el ruido que hay sobre las Cajas, sobre su coste, su recapitalización, y sobre los deberes que no han cumplido? ¿Quién asumirá ese coste? ¿Qué de la crisis sobre los costes energéticos, de la necesidad de abaratar la energía; qué sobre el sector eléctrico, las energías renovables, el sector del gas y las centrales nucleares? Para el conjunto de los españoles es una realidad que no podemos seguir así, que al margen de los problemas estructurales de la economía nacional que sufrimos todos los días, se necesia un cambio que genere confianza, por mucho que la moral de Zapatero suba con estas reuniones.
No tengo duda alguna de que el presidente del Banco Santander sea un gran financiero, pero de lo que dudo rotundamente, es de que sus intereses vayan a coincidir con los míos, con los de la mayoría del pueblo español. Y lo que aún es más evidente para mí, es que los que pagamos mientras ellos invitan, se reúnen, y piensan en posibles soluciones, somos nosotros, que tenemos la moral por los suelos. No digamos ya dónde se coloca nuestra pespectiva de futuro, porque ya, ni nos paramos a imaginar. El futuro a día de hoy para mí es imprevisible. Ni idea en qué va a parar la que hoy nos está cayendo.
Quizá por ello esta reunión, además de mantenerme con la ceja alta, pero que muy alta, me parece un absurdo, por no decir un circo ostentoso e inútil. Los que perdemos siempre somos los mismos. Y comienzan las preguntas: ¿Estabilidad política para impedir la inestabilidad económica? ¿No han tenido suficiente tiempo o suficiente coraje para intentarlo, durante la estabilidad política de la legislatura Zapatero, que tenemos que escuchar esto a estas alturas de la película? ¿De verdad quieren que nos lo creamos? ¿Puede ser posible que los intereses de Botín, los intereses de esos grandes empresarios sean los mismos que necesitamos nosotros, ciudadanos de a pie preocupados por el trabajo, la salud, la educación y el futuro de nuestros hijos? ¿Qué supone este apoyo de los "grandes" en las filas socialistas? ¿Cómo se interpretará este apoyo de Botín a Zapatero entre quienes están en primera línea para suceder a Zapatero en el hipódromo? ¿Todos estos grandes empresarios que han solicitado a Zapatero que continúe hasta el final de la legislatura van a votar al PSOE? ¿Un partido socialista, preocupado por las ayudas sociales, por el empleo, por la economía de las familias, y por los derechos de los ciudadanos, que no entiende el lucro personal como principal valor en sus proyectos y acciones, puede tener los mismos intereses que un gran banco, las mismas necesidades que un empresario de alta gama? ¿Qué tenemos que pensar los ciudadanos de a pie, que necesitamos tener un trabajo, unas mínimas garantías sociales, unos derechos laborales en un momento en que la inestabilidad afecta directamente a nuestra realidad cotidiana y nos machaca día sí y día también?
Sé que soy simplemente una ciudadana de a pie, y por ello mismo sé, que todas estas gestiones de los grandes me afectan. Sé que carezco de una formación específica en política o en economía, pero solvento día sí y día también, los problemas de una pequeña infraestrucura familiar que a todas horas se enfrenta con las consecuencias de la gestión económica y social de esos ciudadanos que tienen como principal función la gestión de la cosa pública. Ustedes legislan y gobiernan mi vida personal, señores políticos. Ustedes deciden indirectamente qué va a ser de mis ingresos, qué voy a poder solventar o no con ellos. Su gestión me afecta directamente. Y últimamente, a diario, me cabrea. Porque ustedes que me representan a mí, no me tienen en cuenta. Lo que me pensé el domingo ante los titulares de la prensa, es que no entiendo cómo los grandes empresarios pueden ofrecer al ciudadano de a pie. No comprendo que sean los privilegiados interlocutores de un gobierno que me representa. No me cabe en la cabeza que lo que ellos busquen sea lo que necesita la comunidad en la que vivo. Y sobretodo me pregunto, pues nadie estamos libre de falta; ¿todo esto que me viene a la cabeza, podría ser tildado de demagogia, de ceguera o de idiotez supina? Porque a lo mejor es que lo que soy es, además de corta en entendederas, imbécil. Pero luego pienso que no, que imbécil no soy. Y perdonen mi arrogancia.
Si he de expresar con palabras la primera impresión que me produjo leer los titulares de la prensa el domingo serían sólo dos: sorpresa y desconfianza. Y también una sola certeza; ocurra lo que ocurra, decidan lo que decidan, si se equivocan, y si no se equivocan también, quienes siempre lo van a pagar serán los mismos. Seremos los mismos. Pero eso a ellos no les afecta directamente, ellos tienen siempre sus espaldas cubiertas, y supongo que lo que no afecta así, tan de frente, puede incluso que de igual, y que la gestión entonces obedezca principalmente a beneficios propios, empresariales o personales. Que nosotros no somos nadie.
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