UNA PELÍCULA.







Los personajes son los habitantes de un pueblecito del Kurdistán iraquí, en la frontera entre Irán y Turquía. Buscan información vía satélite sobre la guerra que se les avecina; el inminente ataque de los Estados Unidos contra Irak. No entienden ni el idioma ni las imágenes mostradas por televisión. Finalmente la información les llega de un chico mutilado, que viene de otro pueblo con su hermana y el hijo de ésta. La guerra cada vez está más cerca. Mientras la vida en el campo de refugiados continúa, los niños sobreviven gracias a la venta de minas antipersonal que abundan en la zona.

La película es una denuncia del sufrimiento que toda guerra es, una denuncia sobre la industria armamentística; especialmente hace incisión en la venta de minas anti-persona por parte de EEUU y Europa a Irak. El Kurdistán está sembrada de minas. La película también quiere ser una evidencia de las secuelas que permanecen años después de que se haya producido.  Ahora el interés está en otras guerras, en otros escenarios. El pasado en muchos escenarios del mundo es amargo, el presente también, y el porvenir no depende nunca de uno mismo. Los poderosos extranjeros nunca han tenido la intención de crear un paraíso para nadie, salvo para sí mismos. Esta es, creo, la lección que podemos intuir. Magnífica.





"Mi intención fundamental era hacer un alegato contra la violencia. No solo sobre sus consecuencias directas, sino también sobre las secuelas que permanecen años después de que se haya producido."

"Retrato a una generación cuyas expectativas se han visto defraudadas. Están atrapados entre dos tipos de barbarie. Primero, fueron víctimas de Sadam Hussein. Después, la entrada de los americanos les condujo a un nivel de terror diferente".

Bahman Ghobadi. Guionista y director.

 

Los niños son siempre las víctimas de una guerra.

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