DE EDUCACIÓN, DEMOCRACIA Y PRIVILEGIOS.

Ryszard Kapuscinski, Como veo el mundo.
Texto publicado en la revista Letra Internacional, número 54.*






El mundo entero aspira a la democratización. La democracia se ha convertido en la solución del momento, el anhelo que todo lo domina, el modelo general. (...) Donde la democracia se ha convertido en hecho, en forma dominante del sistema político, pronto se hace visible una importante circunstancia; la conexión entre democracia y cultura. La democracia es tanto más frágil, insuficiente y superficial cuanto más bajo es el nivel cultural de la sociedad. Un alto nivel cultural de la sociedad es condición para una democracia fuerte. Por eso cuando alguien dice ser un defensor de la democracia, pero al mismo tiempo recorta los gastos en educación, ciencia y cultura, nos encontramos ante un absurdo que en lógica recibe el nombre de "contradictio in adiecto", una contradición en sí misma. Más aún, la ciencia y la cultura seguirán adquiriendo importancia, porque con el desarrollo general aumentará también la dependencia del hombre _y la calidad de su civilización_ de la técnica y por tanto también del estado de la ciencia y las posibilidades intelectuales de la sociedad. Los criterios conforme a los que dividimos hoy las sociedades en desarrolladas o subdesarrolladas ya no son las cantidades de acero producidas, sino el número de estudiantes y universidades.

*_ Fuente; Manuel Leguineche y Gervasio Sánchez (2001),  Los ojos de la guerra. PLAZA & JANÉS.

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No reflejo este texto para hablar de la admiración que tengo sobre la obra de este periodista polaco, admiración ya hecha explícita en otras entradas del blog. Si lo traigo a la palestra es por la inquina manifiesta que me produce todo este desatino actual de lo que hoy vivimos: el recorte de los recursos económicos del Estado para sostener una educación óptima _ y una cobertura sanitaria, que esta es otra batalla y no menos necesaria_.

Me parece un párrafo cuyo contenido le viene al tono de los tiempos que corren. Si lo que se busca es reforzar una sociedad, no recortemos la educación de sus ciudadanos. No inhabilitemos el derecho a tener la salud en buenas manos. Porque todos sabemos que si el Estado no es garante de esa realidad, si acceder a una buena educación, a la atención de la propia salud, reperctue en el bolsillo y lo hace de una manera considerable, pudiera ser que nuestra renta no nos lo pueda permitir. Entonces estaríamos hablando de otra cosa, no de lo que dicen querer construir. Si el esfuerzo personal de cada ciudadano para adquirir unos derechos básicos es más que considerable, o incluso imposible, ya no estamos hablando de un Estado de Bienestar, del tan deseado y mencionado Estado de Derecho. Estaríamos en una sociedad donde la salud y la educación volverían a ser un privilegio.

¿Por qué el gasto para la educación de la ciudadanía ha de ser austero cuando la austeridad brilla por su ausencia en muchos de los escenarios por los que los políticos se mueven? ¿Por qué ustedes no se obligan a esa austeridad a la que nos empujan? ¿Dónde está la transparencia de su gestión y la honestidad de los principios que les mueve a actuar para hacer de esta sociedad una sociedad más justa?

Sin la garantía de una educación y sanidad óptimas pasaríamos a estar en ese lado de la historia en el que vivir y sobrevivir será posible sólo para algunos. Porque hoy sin una educación y una sanidad garantizadas, el coste de un tratamiento contra el cáncer, la alimentación  de personas con enfermerdades raras, el diagnóstico de enfermedades desconocidas, el  tratamiento de enfermedades crónicas; la adquisición de la ciencia, el conocimiento, la creatividad, el arte y la innovación para el ciudadano de a pie serán un imposible. Sin la educación y sin el cuidado de la salud garantizados por el Estado del Bienestar, la posibilidad de ser feliz estará en el bolsillo de muy pocas personas. Volveríamos a esos tiempos en los que la sociedad se dividía en dos grupos; la clase privilegiada y la no privilegiada. Tiempos en que la educación era un derecho de muy pocos.

Cuando uno lee, traduce y extrapola los datos a la realidad es cuando se hace más evidente la incapacidad, desinterés, egoísmo y falacia de la clase política a la hora de encarar los problemas económicos a los que nos enfrentamos. Están siendo ustedes una decepción como gobierno y como oposición.

Y mientras intento que mi enfado no abarque más que el tiempo en que ahora escribo esto, me pregunto si todo esto que digo no será simple demagogia, si lo que mi palabra trasnmite es una simple manipulación obsoleta.

¿Es demagogia pensar que una sociedad ha de construirse en base a la solidaridad? Una solidaridad ciudadana que está dispuesta a ingresar una proporción de su riqueza para construir una red social que no deje sin amparo a quien no puede solventar su necesidad de educación, sanidad, etc. También pienso  que no es justo que una sociedad solidaria tenga que estar gobernada por políticos que saliendo de dicha  sociedad, pretendan destrozar los bienes sociales construídos tras años de esfuerzo.

Señores políticos; gobiernen con honestidad. Empiecen a asumir las premisas de su gobierno, si hemos de ser austeros, seamos austeros. Todos. Si un enfermo no puede tener una ambulancia porque no hay presupuesto, bien, lo llevará un vecino; pero entonces ustedes están obligados a prescindir de vehículo oficial. Si un enfermo ha de pagar su dieta mientras permanece hospitalizado, usted también la pagará mientras permanece en el Congreso. Si un ciudadano ha de cotizar a la Seguridad Social un número de años para poder jubilarse, ustedes también; el mismo número de años. Se podría enumerar una incoherencia _o privilegio_ detrás de otra, pero seguro que ni se sonrojarían, tan seguros están de merecer dichos privilegios. Hay demasiadas cosas que no se deben seguir permitiendo y que le procurarían un buen ahorro a las arcas de ese Estado, ese Estado que es garante de la salud y la educación de cada uno de sus ciudadanos.

Señorías la calificación de su buen gobierno depende de los actos que lo conforman. La acción de las personas _y de los gobiernos_ no es más que el espejo en el que observar los principios y valores que los mueven. El juicio sobre sus actos será lo que les defina como buenos gobernantes o simplemente como unos caraduras. Claro que como para ustedes no hay consecuencias, quizá el juicio sobre sus actos bien les importe nada. ¡Qué digo yo de valores, ni qué de principios y servicio a la sociedad! Si es que al final lo que ha fallado es siempre lo mismo: la decencia. Porque lo único claro es que hay que ser muy indecente para querer aprovecharse de los ignorantes, y claro, si los ignorantes aumentan, pues oye, mejor.

1 comentario:

Iñigo Navarro dijo...

Todo el mundo debería leer Ébano. La vida se puede vivir de maneras que nos parecerían psicodélicas en occidente. Estoy de acuerdo, hemos perdido la decencia.